miércoles, 25 de julio de 2012

1941: El bombardeo de Kingston upon Hull

El viernes pasado llevé a mis padres en mi coche al aeropuerto de Málaga. Destino: Kingston upon Hull, Reino Unido. Allí pasarán dos semanas visitando a mi hermano y a su novia, que viven allí desde hace año y medio por trabajo.

Hace unos meses escribí sobre el viaje que hice a aquella ciudad la segunda quincena de marzo, durante once días, aunque me queda mucho por contar y poco a poco iré escribiendo cosas que quedan en el tintero. En esa ocasión viajé solo, ya que mi novia no pudo acompañarme, pero el año pasado sí que fuimos los dos y conocimos una ciudad que nos sorprendió a ambos.

Entre ambas visitas, he pasado en Hull unas tres semanas, más que suficientes para conocerla bastante bien, ya que no es una ciudad demasiado grande. La ciudad, para mi sorpresa -"Hull is dull", decían en Inglaterra, "Hull es soso"- y tal como apunté en artículos anteriores, es muy bonita, luminosa, limpia... y tiene un pasado muy especial.

La Historia es una de mis aficiones. Sabía que Hull había jugado un papel importante en las Grandes Guerras, sobre todo en la II G.M., debido a su localización estratégica, su industria y su puerto, situado en pleno centro de la ciudad. Pero ni por asomo podía pensar qué ocurrió allí en aquellos años oscuros.

Paseando por sus calles, después de investigar un poco sobre la historia de Hull durante la II Guerra Mundial, creo que estamos ante una ciudad ejemplar, que ha sabido renacer de sus cenizas, nunca mejor dicho, para salir adelante y convertirse en el lugar agradable y moderno que hoy podemos visitar.

Cuando estuve allí, cada día solía dar un paseo por las principales calles del centro. El piso de mi hermano está situado en Dock Street, junto a Queen Victoria Square, lugar donde se encuentra el Ayuntamiento y por donde se accede a las principales calles del centro de la ciudad. Desde allí, por ejemplo, se accede a calles como Whitefriargate o King Edward Street y de allí a Prospect Street o Jameson Street. Muchas de estas calles son peatonales, muy comerciales y con mucha vida. Alejándonos un poco de esas calles, llegamos a zonas más "antiguas" de la ciudad donde existen establecimientos antiquísimos, entre los que no podían faltar pubs como "Ye Olde White Harte", "Ye Olde Blue Bell" o "Ye Olde Black Boy", con varios siglos de antigüedad y con un encanto especial -ya escribiré sobre ellos más adelante-.

La pregunta es evidente: ¿Por qué el centro de la ciudad tiene ese aspecto tan moderno y en calles algo más apartadas sobreviven establecimientos y edificios con siglos de antigüedad? La Historia me ofreció la respuesta: durante la II Guerra Mundial, la Luttwaffe, la fuerza aérea nazi, bombardeó Hull con saña. Los ataques más devastadores se produjeron durante dos noches consecutivas, el 7 y 8 de mayo de 1941. Más de 300 bombas explosivas y minas aéreas y miles de bengalas y bombas incendiarias asolaron la ciudad. El resultado, terrorífico: unos 400 muertos y 300 heridos, miles de casas destruidas y otras tantas con graves daños, el centro de la ciudad se convirtió en un amasijo de escombros, se propagaron incendios por doquier, el puerto quedó arrasado y apenas quedó rastro de los comercios que abastecían a la población.

Pasear por el centro de Hull, a día de hoy, es un placer. La ciudad es acogedora, moderna y con mucha vida, y si nos movemos un poco accedemos a una zona, algo más alejada del puerto, donde se encuentran edificios mucho más antiguos que sobrevivieron a los ataques alemanes. He ahí la respuesta a la pregunta anterior, ya que los bombardeos se dirigieron principalmente al centro y al puerto.

Es inevitable pensar en todo aquello mientras se recorre Queen Victoria Square, King Edward Street, Prospect Street, Jameson Street o Hull Marina, la zona del puerto. Es inevitable pensar en el aspecto desolado de un lugar que ha sabido renacer de sus propias cenizas y convertirse en el lugar agradable que es hoy. En serio, tuve que comparar las fotografías que descubrí allí con las que yo había hecho para atisbar un poco -solo un poco, creo que es imposible comprender qué se puede sentir en una situación así a menos que se experimente por uno mismo- qué pudo pasar en Hull en aquellos días terribles.

Para ilustrar todo esto os dejo algunas fotografías que hablan por sí solas.
Arriba: El cruce entre King Edward Street y Prospect Street mostraba este desolado aspecto en mayo de 1941. Hoy es una de las arterias comerciales más importantes de la ciudad.
Abajo: Jameson Street, junto a las dos calles mencionadas anterirmente, es una de las calles afectadas por las bombas que a día de hoy ofrece todo tipo de establecimientos comerciales, entre ellos una preciosa librería de la cadena Waterstone´s.
8 de mayo de 1941. Los muelles de Hull, arrasados tras los bombardeos.
Año 2011. Los muelles son hoy un compendio de centros comerciales, restaurantes y pubs.
Queen Victoria Square, la plaza del Ayuntamiento, también sufrió importantes daños.
A día de hoy, la plaza se presenta así de luminosa y tranquila.
Otra imagen de Prospect Street, en este caso del lugar donde se levantaba una enfermería en 1941. Ese es el estado en el que quedó tras la "visita" nazi...
Ojalá que este sinsentido en forma de fotografías en blanco y negro no se repita jamás. Lo cierto es que Hull ha sabido reinventarse y a día de hoy es un lugar muy agradable. Y no solo lo digo yo, turista ocasional; también mi hermano, con la experiencia de año y medio viviendo en la ciudad, afirma que es una ciudad tranquila y que tiene todas las comodidades para vivir bien. Pese a la mala fama que siempre ha tenido el Yorkshire en Inglaterra, lo cierto es que el crecimiento de esta ciudad es notorio en los últimos años. De todo se sale, que diría aquel. Y una ciudad como Hull, maltratada durante las Guerras Mundiales, ha sabido salir adelante de forma modélica.

miércoles, 18 de julio de 2012

"84, Charing Cross Road", Helene Hanff

"84, Charing Cross Road"
Helene Hanff (1970)
Editorial Anagrama

Hoy traigo a mi blog otro libro que hasta hace muy poco era desconocido para mi. Lo descubrí en un blog de reseñas, no recuerdo cuál, y me llamó la atención desde el principio:

En octubre de 1949, Helene Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a Marks & Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en Londres. Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin un duro, la señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel volúmenes poco menos que inencontrables que apaciguarán su insaciable sed de descubrimientos.
Librería Marks & Co.
84, Charing Cross Road. Londres (Inglaterra)
La sinopsis de la obra se queda corta para lo que nos ofrece. El diálogo epistolar entre Hanff y Doel, al que se unieron con posterioridad la familia del librero y el resto de empleados de Marks & Co., comenzó con un simple pedido de libros y adquirió con el paso del tiempo -el intercambio de cartas tuvo lugar durante veinte años, hasta 1969- tintes mucho más íntimos en el que tuvieron cabida confesiones íntimas, muestras sinceras de amistad, envío de regalos en fechas señaladas -hay que recordar que después de la II Guerra Mundial en Inglaterra escaseaban los víveres y el racionamiento estaba presente- y unos diálogos imperdibles entre los protagonistas.
Helene Hanff
Las cartas fueron publicadas en forma de libro por la propia Helene Hanff (1916-1997) en el año 1970 y, pese a ser una obra desconocida hasta ahora por mi, al parecer es todo un clásico entre los amantes de los libros y de las librerías "de viejo", como es mi caso. Después de leerlo, entiendo por qué es así.
Frank Doel junto a su familia.
De izquierda a derecha su esposa Nora y sus hijas, Mary y Sheila.
¿Quién no ha acariciado un libro usado y como por arte de magia se ha abierto por la página favorita de su anterior propietario, aquella que ha sido leída más a menudo y que, en no pocas ocasiones, contiene esas anotaciones manuscritas con letras que tanto cuesta entender? Este y muchos otros detalles hacen de la obra todo un homenaje a esos libros y libreros de toda la vida que, por mucho que avance la edición digital, espero que jamás desaparezcan.

No obstante, cuando después de todo aquello, en 1971, Helene Hanff pudo cumplir su sueño de viajar por fin a Inglaterra, la norteamericana se dio de bruces con la cruda realidad: Frank Doel había muerto y Marks & Co. había cerrado sus puertas. En el lugar que ocupaba la librería, a día de hoy, creo que opera un restaurante de comida rápida. Un triste signo de los tiempos que corren... 

Ya he escrito en varias ocasiones, y pretendo seguir haciéndolo, sobre librerías con un encanto especial que he descubierto en diversos lugares. Es el caso, entre otros, de la Tienda Ebaobab, en Almagro (Ciudad Real); la Librería Anticuaria Colegiata, en León; o The Beverley Old Book Shop en Beverley (Yorkshire, Inglaterra). Lugares donde entrar y perderse entre libros viejos, usados o de saldo es toda una experiencia.

Esas sensaciones son las que transmiten las cartas cruzadas entre Helene Hanff y Marks & Co. Una obra que se lee con una sonrisa en la cara, pese a que en ocasiones aborda temas delicados, y que encantará a cualquier amante de los libros y de las librerías de toda la vida. El regalo perfecto para cualquier familiar o amigo con gustos afines -no descarto que se convierta en un regalo recurrente, junto con La librería ambulante, obra que reseñé hace unos días. Muy recomendable.

domingo, 15 de julio de 2012

Bienvenidos al Parnaso

La librería ambulante
Título original: Parnassus on wheels
Christopher Morley (1917)
Editorial Periférica

Me encanta descubrir nuevos libros. Obras desconocidas para mi que un buen día, por causalidad, deben ser descubiertos y disfrutados. Me ocurre a menudo y es algo de agradecer.

Hoy quiero dedicar este breve artículo a uno de esos libros. De La librería ambulante, además del título, lo primero que me llamó la atención fue la foto de portada. No conocía a su autor ni la sinopsis de la obra, pero estaba seguro de que me iba a gustar. La encontré en la biblioteca y no dudé en traérmela a casa y leerla en un par de días. He de decir que ha superado con creces mis expectativas.

Es importante tener en cuenta que estamos hablando de un libro escrito hace casi un siglo, en 1917. Fue la primera novela de su autor, el estadounidense Christopher Morley (1890-1957) y el mejor resumen que se puede hacer de ella es que se trata de una novela sencilla y bien escrita. Narra la historia de Helen McGill, una cuarentona soltera que decide romper con su anodina vida en la granja que comparte con su hermano para vivir aventuras a bordo del Parnaso, una librería ambulante propiedad hasta entonces del señor Roger Mifflin. La señorita McGill, junto a Mifflin, el perro Bock y la yegua Peg o Pegaso, recorre la América rural llevando la lectura a lugares donde la literatura es un bien escaso.

La sinopsis del libro, como no podía ser de otra forma, invita a profundizar en él:

Prepárese para entrar en un mundo único y lleno de encanto, donde el tiempo se ha detenido: estamos en la segunda década del siglo XX, en unos Estados Unidos todavía rurales y de paisajes idílicos, donde conviven los viejos carromatos y los novísimos automóviles; Roger Mifflin, un librero ambulante que desea regresar a Brooklyn para redactar sus memorias, vende su singular librería sobre ruedas (junto a su yegua y su perro) a la ya madura señorita Helen McGill, quien decide, harta de la monotonía de su vida, lanzarse a la aventura y recorrer mundo. A partir de ese momento se sucederán los encuentros y los desencuentros, y las más divertidas peripecias se darán la mano con las grandes enseñanzas que proporcionan libros y librero.

Partiendo de este sencillo argumento, Morley se las ingenia para convertir a la señorita McGill y a Mifflin en unos Don Quijote y Sancho Panza de comienzos del siglo XX. El autor defiende principios como los de la amistad, el afán de superación y el amor por los libros y la lectura, un sistema de valores por desgracia en extinción.

Me gustaría destacar el acierto de Periférica al editar esta obra, incomprensiblemente inédita hasta ahora en nuestro país. Una novela que desprende optimismo y que invita a sonreír, una lectura sencilla y amena que hará pasar un buen rato a quien decida subir al Parnaso ambulante de Mifflin y McGill. Todo un descubrimiento.

martes, 10 de julio de 2012

Así se fabricaban los libros

Impresionante vídeo sobre el proceso de fabricación de libros a mediados del siglo pasado. Un trabajo duro, sin duda. Máquinas de ciencia-ficción... en 1947.

martes, 3 de julio de 2012

Diálogos a bocajarro con McCarthy

"El Sunset Limited"
Cormac McCarthy (2006)
Editorial Mondadori

El viernes pasado estuve en la Biblioteca Infanta Elena y saqué en préstamo tres libros: La librería ambulante, de Christopher Morley; En el jardín de las bestias, de Erik Larson, y El Sunset Limited, de Cormac McCarthy.

Sobre los dos primeros escribiré más adelante, ya que aún no los he leído. El de McCarthy, en cambio, lo empecé y terminé de leer el mismo viernes. Después de leer del mismo autor La carretera, hace tal vez algo más de un año, me quedé con ganas de más. Lo pasé tan bien y tan mal a la vez con las -escasas- aventuras y -numerosas- desventuras de ese padre y su hijo por aquél yermo postapocalíptico, me gustó tanto la forma de narrar del autor, la construcción de los diálogos, la economía de palabras -no le falta ni le sobra una sola coma-, que desde entonces barajé varias opciones para seguir profundizando en la obra del escritor de Rhode Island.

Fue hace un par de meses, tal vez tres, cuando descubrí "El Sunset Limited". La sinopsis del libro -transcribo literalmente la que viene en el libro para no destripar nada- me llamó la atención de inmediato:

Un encuentro fortuito en el metro de Nueva York propicia que dos extraños entablen una conversación a vida o muerte.
En una habitación cerrada, un hombre negro y un hombre blanco mantienen una batalla dialéctica. El blanco es un profesor universitario que, a pesar de disfrutar de una amplia cultura y de una posición acomodada, vive sumido en la desesperación. El negro, sin embargo, pese a haber llevado una vida marcada por la violencia y la adicción a las drogas, mantiene una férrea esperanza gracias a su fe. En el transcurso del conmovedor y violento diálogo se pondrán de manifiesto dos visiones del mundo opuestas, con un solo objetivo: desentrañar el sentido de la vida.
Del autor de "La carretera", un libro sobre la búsqueda de la felicidad.

La obra -de teatro, porque de eso se trata- se desarrolla en apenas noventa páginas. Más que suficientes para transmitir un diálogo directo y sincero entre dos hombres que no dudan en poner sobre la mesa dos opciones de vida antagónicas y en apariencia irreconciliables y ante las que el lector difícilmente podrá evitar posicionarse. La vida, la muerte, la religión, el paso del tiempo, el amor, la amistad, la familia, la literatura... Esos y otros temas desfilan por las páginas de este libro, cuyo sutil nexo común -poco nombrado pero siempre presente- no es otro que el tren Sunset Limited que da nombre a la obra.

La "marca McCarthy" que descubrí en "La carretera" está muy presente también en esta obra, esos diálogos directos, secos, a bocajarro, sin ningún tipo de adorno superfluo, que transmiten ni más ni menos que lo que quieren decir los personajes y permiten que la experiencia de lectura sea ágil y provechosa. Desde aquí recomiendo, a quienes no conozcan a este autor, que no duden en acercarse a su obra. No sólo disfrutarán con la lectura -pese a que los temas que aborda no son agradables- sino que al puro entretenimiento se le suma una buena dosis de profundidad, algo que, en mi opinión, es de agradecer.

Pues sí, no había dos sin tres

Sí, España ha vuelto a ganar la Eurocopa. Sí, ha logrado algo que ninguna selección había conseguido jamás, ganar de forma consecutiva Eurocopa, Mundial y de nuevo Eurocopa. Sí, en la final le dio un baño a la selección que, junto con España, mejor fútbol había durante el torneo. Un 4-0 inapelable frente a Italia que demuestra que España tiene la mejor selección del Mundo y es posible que de la Historia.
Vi la final en casa de unos amigos. Nos juntamos para la Eurocopa de 2008 y nos fue tan bien que desde entonces repetimos una serie de ritos torneo tras torneo. El domingo, por tanto, allí estuvimos una vez más. 16 personas, desde el mediodía, qué mejor excusa para juntarnos, charlar, comer, beber y disfrutar antes, durante y después del partido.

Creo que en los tiempos que corren, en los que hay tan poco que celebrar y escasas ocasiones para juntarnos y compartir un día entre amigos, el fútbol no es más que una buena excusa para olvidar por un rato los problemas. Me gusta el fútbol y por supuesto quería disfrutar del partido, pero los buenos momentos que pasé el domingo no los cambio por el mejor gol de Silva, Alba, Torres o Mata.

Anoche vi la celebración del título por televisión. La calles de Madrid atestadas de gente, vitoreando a 23 futbolistas, personas de carne y hueso como cualquiera de nosotros, que han ganado un título. Todo eso está muy bien, pero lo que más me llamó la atención fue las ganas de celebración de la gente. Es en épocas oscuras cuando más necesidad tenemos de buenas noticias y aunque el título de la selección española de fútbol no vaya a solucionar la crisis ni levante al país, se notó la necesidad de todos por celebrar algo, la escasez de buenas noticias, las ganas de olvidar aunque sea por un rato a tanto indeseable que anda suelto.

La Eurocopa terminó. Las portadas de los periódicos y los titulares de los informativos vuelven a la triste rutina de palabras oscuras: Prima de riesgo, bonos, austeridad, intereses, bancos, políticos, FMI, BCE, jueces, rescate, déficit, reformas, desempleo, copago, impuestos, recortes... El fútbol es un sueño, el pan y circo del siglo XXI -ya lo era en el siglo pasado-, pero cada día estoy más convencido que, sin dejar de lado la realidad, a veces es positivo dejarse llevar por la ilusión, disfrutar de lo efímero y olvidar, aunque sea por un rato, la oscuridad que nos rodea.

Sólo un "pero". Si no me equivoco, cada jugador de la selección se va a llevar, en concepto de prima por la victoria, un buen pico. En los tiempos que corren y con el pastizal que ganan en sus clubes, no creo que sea de recibo pagar ese dineral a unos jugadores que ya cobran lo más grande por hacer su trabajo. Entiendo que si el (ir)responsable de turno les ha ofrecido dicha prima ya no van a dar marcha atrás, pero no estaría de más que de los propios jugadores saliera donar esas cantidades a cualquier asociación benéfica o similar. Creo que los italianos ya habían anunciado que harían algo así si ganaban el título -aunque, permitidme la maldad, estos sabían que no tenían nada que hacer con España-. Podría cundir el ejemplo entre los internacionales españoles.

En cualquier caso, enhorabuena a los campeones y ojalá que a partir de ahora proliferen las buenas noticias en otros ámbitos, que falta nos hace.