"Todo Sherlock Holmes"
Arthur Conan Doyle
Editorial Cátedra
Hoy traigo a mi blog a un autor que no necesita presentación. El escritor escocés Arthur Conan Doyle entró por la puerta grande en la Historia de la Literatura gracias a las aventuras de un personaje mítico, el detective Sherlock Holmes.
Decir Sherlock Homes es decir “Elemental, querido Watson” a su competente ayudante, el doctor John H. Watson.
Violín Stradivarius, pipa, gabardina, capa, gorra de cazador... La estampa de Holmes que todos tenemos en la mente es muy característica.
Pero si por algo destaca el personaje de Doyle es por sus impresionante método deductivo, que a lo largo de sus aventuras le permite resolver casos en apariencia indescifrables.
Lo anterior es por todos conocido, pero hoy vamos a descubrir que no todo es como nos lo han contado, y que muchas veces los estereotipos pueden distorsionar la realidad de los hechos, por muy conocidos que estos sean, o que creamos que son.
Para empezar, es interesante conocer cómo surgió el personaje de Sherlock Holmes. Y es importante porque, al parecer, Conan Doyle tuvo un referente, una persona de carne y hueso, que le sirvió como referente e inspiración para crear al más famoso detective de todos los tiempos.
Nos situamos en Londres, Inglaterra, concretamente en el año 1888. Año en el que un tal "Jack el destripador" tenía muy ocupados a los agentes de Scotland Yard. El barrio de Whitechapel y sus alrededores fueron el escenario de los horrendos crímenes perpetrados por este escurridizo asesino de mujeres. Su fama mundial se debe a la crueldad y ensañamiento con el que asesinó a sus víctimas -de ahí su apodo- y a que jamás fue detenido. A día de hoy, después de múltiples investigaciones, aún no sabemos a ciencia cierta quién fue aquél “Jack el destripador”. Un zapatero, un carnicero, un curandero, un abogado, un médico, un barbero, un pintor y hasta un duque, entre muchos otros, componen la lista de sospechosos que se ha manejado a los largo de los años, pero lo cierto es que no se sabe la identidad real del asesino.
Un año antes, en 1887, se había popularizado el personaje de ficción Sherlock Holmes, un detective astuto que podía resolver cualquier misterio valiéndose sólo de su aguda observación. Qué bien le habría venido en aquellos tiempos al cuerpo de policía londinense, Scotland Yard, alguien con las habilidades del personaje de Doyle. Pero, ¿tal vez existió alguien así?
Desesperados, los investigadores recurrieron a un conocido científico de la época. Sin saberlo, era ni más ni menos que el hombre que había servido de inspiración para que el escritor Arthur Conan Doyle creara el personaje de Sherlock Holmes. Se trataba de Joseph Bell, un profesor de la Universidad de Edimburgo que había logrado notoriedad por resolver casos extremadamente difíciles.
Entre otras hazañas, Bell resolvió el caso del matrimonio Chantrell. Descubrió un asesinato donde la policía sólo había visto un envenenamiento accidental por gas. Fiel a su intención de mantenerse alejado de la vida pública y la prensa, Bell trabajó junto al experto forense más reconocido de la época en Inglaterra, Harvey Littlejohn, quien recibió todo el crédito por la resolución del crimen. Sin embargo, para el señor Chantrell no pasó desapercibido el riguroso ingenio del académico, y antes de enfrentar la pena de muerte a la que fue sentenciado, le envió un claro mensaje: "Denle mis felicitaciones a Joe Bell. Hizo un buen trabajo llevándome a la horca". Pese a huir de la fama, tras este caso Bell comenzó a obtener reconocimiento público.
Una década antes, en 1877, un joven Doyle, de 17 años, se incorporaba a la célebre clase de Bell en la Escuela de Medicina de la Universidad de Edimburgo, donde comenzaba a cursar sus estudios. Por ese tiempo, la vida de Conan Doyle distaba bastante de la celebridad que conseguiría con los años. En su casa había muchos problemas, su padre no tenía trabajo, era alcohólico y violento. La universidad -y sobre todo la clase de Joseph Bell- se convirtió en su refugio.
Quizás fue ese mismo interés el que hizo que en 1880 Bell lo eligiera como su ayudante, aunque ni el propio Doyle supo jamás por qué el profesor tomó esta decisión. En sus memorias escribiría que "por alguna razón que nunca entendí, él me eligió de entre la gran cantidad de estudiantes que frecuentaba el pabellón y me hizo su asistente. Ahí tuve amplias posibilidades de estudiar sus métodos".
Lo que más llamaba la atención de Conan Doyle era la ambición de Bell por aplicar la ciencia a la detección del crimen. Bell ayudó también a resolver la misteriosa muerte de una mujer que había recibido múltiples puñaladas, que en principio logró sobrevivir pero que finalmente murió en el hospital. En ese caso, el profesor descubrió que las heridas no habían sido la causa de la muerte, sino una infección bacteriana producto de las puñaladas, en un tiempo en que se sabía muy poco acerca de estos microorganismos.
Se cuenta que una vez le dijo a un paciente: "Sé que usted es un celador y toca las campanas los domingos en una iglesia de Northumberland, cerca de Tweed". "Es cierto", le respondió el hombre, "pero ¿cómo lo supo, si nunca le dije nada?" Bell se dio la vuelta hacia sus estudiantes y señaló: "¿Se dan cuenta del acento de Northumberland en sus palabras, demasiado suave para ser del sur? Sólo se encuentra uno así cerca de Tweed. Luego, sus manos. ¿No notaron los callos en ellas por culpa de las cuerdas? Además, hoy es sábado, y cuando le pregunté si podía volver el lunes, respondió que tenía que llegar a su casa hoy en la noche. Así supe que tenía que tocar las campanas mañana. Muy fácil, señores, si sólo observan y suman dos más dos".
En libros como “Dr. Joe Bell: Modelo para Sherlock Holmes”, diversos historiadores han señalado que el trabajo de este académico era muy adelantado para su época, y se cree que probablemente fue uno de los primeros patólogos forenses que existió, como también uno de los primeros en usar una autopsia para resolver un crimen. Además, puso los primeros cimientos de lo que hoy se ha popularizado como CSI (Investigación de la Escena del Crimen, en inglés).
Conan Doyle trabajó un año junto a Bell y en 1881 se graduó como médico. En ese momento comenzaría un nuevo período de dificultades. Iniciando su carrera profesional, abrió una pequeña consulta en la que escaseaban los pacientes. Como necesitaba mantenerse por sus propios medios, comenzó a escribir historias cortas, con cuya publicación se sacó algún dinero extra.
En la primavera inglesa de 1886 apareció su gran inspiración. Ahí nació Sherlock Holmes, la versión novelada de Joseph Bell, con la publicación, en 1887, de su primera historia, “Un estudio en escarlata”. En total, el conocido como "canon holmesiano" consta de cuatro novelas y cincuenta y seis relatos recogidos en varios tomos.
Respecto a Bell, pese a su empeño, le fue imposible descubrir la verdadera identidad de "Jack el destripador". En este caso el misterio permanece, aunque hay quienes aseguran que el académico habría dado con un nombre certero del culpable, pero los archivos con los que trabajó y donde aparecían sus resultados se perdieron antes de llegar a Scotland Yard.
Antes hablábamos de la estampa características que todos tenemos en mente cuando se habla de Holmes: Pipa, gabardina, capa, violín, gorra de cazador... Pues bien, vamos a comprobar cómo el inconsciente colectivo, el estereotipo con el que se marca a menudo a algunas personas o personajes, en ocasiones no son más que distorsiones de la realidad:
El sombrero de cazador de gamos característico del detective nunca se menciona en la obra de Doyle: Es un añadido del ilustrador de “The Strand Magazine” Sidney Paget que, además, utilizó a su hermano Walter como modelo para representar el aspecto de Holmes.
La pipa meerschaum, propia de la iconografía de Sherlock Holmes, no apareció hasta que fue utilizada en una dramatización de teatro de uno de los relatos en la década de 1920.
Vamos más allá: Una de las frases más famosas de la Historia de la Literatura, “Elementary, my dear Watson” - “Elemental, mi querido Watson”, no aparece en ninguno de los libros de Sherlock Holmes escritos por Arthur Conan Doyle. Podemos encontrar expresiones similares -“Superficial, my dear Watson” - “Superficial, mi querido Watson” - “Interesante, aunque elemental. (…) Me temo, mi querido Watson, que la mayoría de sus conclusiones son erróneas”-, pero nunca con la literalidad con la que ha pasado a la Historia.
Por último, vamos a destacar algunas curiosidades relacionadas con el escritor escocés y su mítico personaje:
La novela “El sabueso de los Baskerville”, lleva la narración a un tiempo ocho años anterior, debido a las cartas recibidas por Doyle que pedían un regreso del personaje al haber fallecido este en el relato “El problema final”.
Cuando Doyle falleció, su residencia en Londres fue convertida en el número 221-B de Baker Street. El edificio pertenece a una empresa -la cual, muy amablemente, contesta y conserva todas las cartas que diariamente recibe para Mr. Holmes, y hasta ha llegado a publicarlas-.
La primera película sobre Holmes es muda, del año 1900, dura 30 segundos y se titula “Sherlock Holmes Baffled” - “Sherlock Holmes desconcertado”.
El programa en el que hablamos de Arthur Conan Doyle y su obra, programa nº269 de
"Voces del Misterio" (18 de enero de 2013), está disponible en Ivoox y podéis escucharlo y/o descargarlo
aquí.