De pequeño no me gustaba leer. La culpa, como de tantas otras cosas, fue del método pedagógico que impartían los profesores del colegio en el que, presuntamente, me eduqué.
Siempre he sido muy crítico con los métodos de enseñanza que padecemos en nuestros años escolares. Cuando era sólo un adolescente protestón, me decían que con el tiempo sería consciente de mi error. Hoy, con 35 años, no sólo sigo pensando igual, sino que la experiencia ha hecho que mi crítica se acentúe.
Creo que los adultos no somos más que niños con el cerebro atrofiado. El camino de baldosas amarillas que se nos impone desde que nacemos tiene algunas virtudes, pocas, y muchos defectos. La presunta educación que recibimos es uno de ellos.
En mi caso, dejando al margen otras cuestiones sobre las que que habría mucha tela que cortar, y retomando el argumento literario, el método pedagógico que imparten en los colegios hace a muchos odiar la lectura. Sé, por conversaciones mantenidas con algunos compañeros y amigos sobre el tema, que no fui el único que experimentó dicha aversión. La imposición de lecturas me parece un error mayúsculo. Puedo llegar a entender, haciendo un esfuerzo considerable, que haya lecturas que sean consideradas básicas e incluso imprescindibles, pero a día de hoy, con cierta experiencia lectora a mis espaldas, creo que los libros deben ser leídos en su momento y cualquier imposición en este sentido me parece contraproducente.
Quién no ha empezado un libro y a las pocas páginas lo ha dejado, recuperándolo al tiempo y descubriendo que disfruta con aquello que en su día le pareció aburrido.
Suelo tener problemas cuando afirmo que, al margen de aprender a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar, dividir y cuatro conceptos más, no aprendí nada potable en el colegio ni en el instituto. A día de hoy, muchos años después, aún no entiendo la necesidad de impartir semejante volumen de chorradas inútiles. Una buena base es necesaria para nuestro desarrollo personal, de acuerdo, pero el proceso de lobotomización al que nos somete la institucionalización impuesta me parece excesivo. Algún día tal vez ponga por escrito mi opinión sobre todo esto, en su justa medida y con la debida extensión, pero ahora quiero orientarlo hacia la lectura y la escritura.
El lector voraz que soy hoy en día se gestó gracias a un puñado de libros que me marcaron y lograron hacerme superar el mal de escuela. Hacer una lista es tremendamente injusto, ya que estoy seguro de que muchos se quedarían fuera, pero estos son algunos de los culpables:
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Mortadelo y Filemón |
- Cómics de Mortadelo y Filemón: El genial Ibáñez ha iniciado a toda una generación de lectores, a más de una diría yo, y mi caso no fue una excepción. Disfrutaba, y a día de hoy sigo disfrutando, como un enano gracias a los patosos agentes de la T.I.A.
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Elige tu propia aventura |
- Colección Elige tu propia aventura: Esos libros de Timun Mas de color rojo contenían mucho más que lectura. Tomar decisiones para modificar el transcurrir de la historia fue toda una revolución en la forma de concebir el acto de leer. Aún conservo algunos ejemplares y recuerdo con mucho cariño las horas que pasé en su compañía.
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Jonathan Cap |
- La serie de Jonathan Cap: Las aventuras del cantante e investigador Jonathan Cap, Julia Maybridge, los Vernon y el perro Oslo, me acompañaron muchas tardes en mi niñez. Títulos como El laberinto del Jaguar, Golpe en Roland-Garros, La clínica del doctor K., Del juego al drama... siguen ocupando su lugar en mi biblioteca y me traen, al igual que las obras anteriores, muy gratos recuerdos.
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De la Tierra a la Luna, Julio Verne |
- Julio Verne: La lectura de algunas obras del genio francés como La vuelta al mundo en 80 días, De la Tierra a la Luna o Viaje al centro de la Tierra, entre otras, me hicieron evolucionar en mis hábitos como lector. Catalogado por muchos como un autor de novelas de aventuras para niños y jóvenes, gracias a Verne descubrí mensajes mucho más profundos de los que le presuponía. Con los años he ido profundizando en su obra y lo cierto es que mi interés por el de Nantes no ha hecho más que aumentar.
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Drácula, Bram Stoker |
- Bram Stoker: La lectura de Drácula marcó mi paso de lecturas tal vez más juveniles a otros géneros. No suelo releer los libros, ya que hay tanto por leer que no lo creo necesario, pero hice una excepción con esta obra y no descarto volver a ella en más ocasiones. Su lectura, además, coincidió con mis primeras aproximaciones a la literatura irlandesa, una de mis favoritas a día de hoy. Tras Stoker llegaron otros grandes de la Isla Esmeralda como Oscar Wilde, Jonathan Swift o Flann O´Brian, teniendo a muchos otros como James Joyce, William Butler Yeats, George Bernard Shaw, Samuel Beckett o Seamus Heaney en mi lista de lecturas pendientes.
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Astérix y Obélix |
Me dejo mucha lectura primeriza atrás. A vuelapluma, se me ocurren los libros de Los Cinco, de Enyd Blyton; más cómics, como los de Zipi y Zape, 13 Rue del Percebe, Astérix y Obélix... Mucho donde elegir, obras que queramos o no, van conformando la personalidad lectora de cada uno.
Tras la lectura de los diarios de Jonathan Harker, Mina y compañía y de las Narraciones Extraordinarias del genio Edgar Allan Poe, recuerdo cómo mi afición aumentó de manera considerable, abriendo nuevos caminos hasta entonces inexplorados por mí. Fue una época en la que empecé a interesarme por otras temáticas, entre ellas una que se convirtió en algo más que un hobby: libros sobre misterios de la Historia, ovnis, fenómenos paranormales, enigmas del arte... Descubrí a autores que me hicieron abrir los ojos y comprobar que las cosas, en muchas ocasiones, no son como nos dicen que son: Juan José Benítez, el doctor Jiménez del Oso, Antonio Ribera, Jacques Vallée, Erich von Däniken... Cada uno con sus teorías, algunas más rigurosas que otras, pero todos aportando un punto de vista diferente a la oficialidad, que en la mayoría de los casos poco tiene que ver con la realidad.
Esa fue la primera etapa de muchas otras y dio paso al descubrimiento de algunos clásicos y a profundizar en las que yo llamo mis frikilecturas, a las que se fueron incorporando autores de nuevo cuño como Javier Sierra, Íker Jiménez, Bruno Cardeñosa, José María García Bautista (hoy compañero y amigo en Voces del Misterio) y muchos otros.
No estoy de acuerdo con aquellos que defienden solo la lectura de autores denominados (autodenominados, en muchos casos) serios. Es más, la lectura de cómics y de literatura de misterio, géneros tan denostados por algunos, no solo me ha enseñado y me sigue enseñando muchas cosas, sino que ha provocado mi acercamiento a otros géneros y autores que antes no tenían el mínimo interés para mí. Sería imposible nombrarlos a todos, pero puedo decir que a día de hoy mis lecturas son tan variadas, en parte, gracias a ese tipo de lectura que algunos pretenden marginar.
Abogo, por tanto, por que los niños lean. Desde muy pequeños, sin ser dirigidos, sin imposiciones, no importa que empiecen leyendo periódicos deportivos o cómics con apenas unos bocadillos de texto; el lector debe hacerse a su libre albedrío. Yo suelo aconsejar y regalar libros, pero sólo a quienes sé que puedo aportales algo, sin imponer nada.
Al fin y al cabo, la lectura no es más que uno de los pocos actos de libertad genuina que nos quedan, por desgracia. Felices lecturas.