Mañana vuelvo al trabajo, tras unas vacaciones siempre demasiado cortas. No sé qué me encontraré, mi desconexión en este tiempo ha sido casi absoluta, pero mucho me temo que voy a encontrar un ambiente tan desagradable o peor que el que dejé.
Es inevitable. Por mucho que decida abstraerme de las cosas, siempre me llegan algunas. Y lo poco que me ha llegado no es nada halagüeño.
Mi actitud frente a la situación ha cambiado en los últimos meses; de la indignación pasė al encabronamiento y de ahí a la pereza absoluta. Sigo indignado por lo que está pasando, pero se ha hecho fuerte en mi una sensación de pereza al tener que interactuar con ciertas personas. Gente que no me aporta nada, cuya humanidad se ha demostrado inexistente y que no tengo más remedio que ver casi cada día. Pereza, esa es la palabra.
A pesar de los pesares me encuentro bien, muy bien. Los acúfenos se han disparado y sufro cefaleas a menudo, pero anímicamente no hay quien pueda conmigo. Tengo fuerzas para repartir y tengo muy claro cómo afrontar lo que venga. Gustará más o menos, pero eso es lo que hay y no pienso ceder ni un milímetro más.
Si algo me ha quedado claro en las últimas semanas, si acaso no lo tenía claro antes, es que mi vida no es la impuesta. Esa es tan sólo un peaje que tengo que pagar por vivir en un sistema que otros montaron y que sufrimos todos. Mi vida real es muy distinta y sé cuándo empieza y cuándo termina.
Próxima pausa existencial: en poco más de 12 horas.
1 comentario:
Claro y meridiano tío!
Nos vemos en la vida placentera!
Publicar un comentario