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Howard Phillips Lovecraft (1922)
Editorial Periférica (2014)
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El autor que traigo hoy a mi blog no necesita presentación alguna: Howard Phillips Lovecraft (Providence, Estados Unidos, 1890-1937) es un referente para muchos lectores, entre los que me incluyo.
A principios de la década de 1920, publicó por entregas un relato titulado Herbert West: Reanimator. La editorial Periférica reeditó el pasado año en un solo volumen los seis capítulos que conforman la obra, con traducción de Juan Cárdenas.
El propio Lovecraft afirmó en su momento que lo único que pretendía al escribir esta historia era parodiar el Frankenstein de Mary Shelley. El resultado no obstante no le satisfizo del todo, pues el hecho de tener que dividirlo en entregas le obligó a poner en práctica algunos recursos propios de este tipo de publicaciones que no eran de su agrado.
El formato por entregas tiene algunos inconvenientes que se reflejan en el resultado final. Al comienzo de cada capítulo (las seis entregas originales se convirtieron en capítulos a la hora de unificarlas en un solo libro), el autor hace una especie de recapitulación del anterior, lo que provoca en el lector una extraña sensación de contínuo
déjà vu. Del mismo modo, el autor se ve obligado a hacer un uso excesivo del
cliffhanger, para mantener el interés del lector entre una escena y la siguiente.
Dicho lo cual, es hora de olvidar los puntos débiles del relato (debidos en su mayoría al hecho de ser publicado por entregas, no a la torpeza del autor), ponerse en pie y aplaudir al maestro.
El resucitador (nueva traducción de Herbert West: Reanimator) narra las investigaciones del doctor Herbert West sobre la muerte y la resurrección desde sus tiempos de estudiante hasta poco después de la Primera Guerra Mundial, en la que se alista como cirujano junto a su mejor amigo y ayudante.
El comienzo de relato es directo, muy propio de Lovecraft, y logra introducir al lector de inmediato en la historia:
Sobre Herbert West, que fue mi amigo en la universidad y en años posteriores, sólo puedo hablar con extremo horror. Este horror no se debe únicamente a la siniestra manera en que se produjo su reciente desaparición: en realidad fue engendrado por la naturaleza de toda su obra y adquirió su acuciante forma hace más de diecisiete años, cuando estábamos en el tercer curso de nuestros estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Miskatonic, en Arkham. Mientras estuvo junto a mí, la maravilla diabólica de sus experimentos me fascinó sobremanera, y en todo ese tiempo fui sin duda su compañero más cercano. Ahora que ha desaparecido y el hechizo parece haberse roto, el miedo no ha hecho más que crecer. Las posibilidades y los recuerdos son incluso más espantosos que la realidad.
El narrador, del que no conocemos su identidad, narra en primera persona los horrores de los que es testigo (y cómplice, todo hay que decirlo) junto al doctor Herbert West. Lovecraft sabe como nadie crear atmósferas desasosegantes y en El resucitador las transmite con su maestría habitual.
Pese a haber leído con anterioridad a Lovecraft (obras como En la cripta, su excelente ensayo El horror en la literatura y varias más), había algunas claves de su escritura que no conocía y que en este relato son evidentes. Una de ellas es el racismo; atentos a la descripción que hace el de Providence de un hombre de raza negra:
Era un hombre repugnante, una cosa simiesca, con brazos anormalmente largos a los que no puedo evitar referirme como patas anteriores, y un rostro que evocaba los secretos inenarrables del Congo y golpes de tambor a la siniestra luz de la luna. Aquel cuerpo debía de lucir aún peor en vida, si bien es cierto que el mundo oculta muchas cosas horribles.
No me resisto a comentar algo que me ha llamado la atención en este relato. No puedo confirmar que mi sospecha sea cierta, tal vez se trate de una interpretación errónea por mi parte, pero allá va: ¿podría hacer referencia el nombre del macabro protagonista del relato, el Doctor Herbert West, al del escritor británico Herbert George Wells, contemporáneo de Lovecraft y considerado uno de los precursores de la ciencia ficción? La coincidencia no solo reside en el nombre de pila; resulta que la amante de Wells, con la que tuvo un hijo llamado Anthony, fue la escritora Rebecca West (cuyo nombre real era Cecily Isabel Fairfield). Tal vez, por qué no, Lovecraft unió a ambos para nombrar a su protagonista. O quizás no sea más que una curiosa casualidad, quién sabe...
Conspiranoia aparte, El resucitador es un relato interesante y recomendable. Sus apenas 90 páginas se leen de un tirón y puede servir de inciciación para aquellos que quieran tomar contacto con la literatura de Lovecraft. Tiempo habrá de adentrarse en la gran creación del genio de Providence: los mitos de Cthulhu. Pero esa ya es otra historia.