El pasado jueves asistí a la
presentación del nuevo libro de Lorenzo Fernández Bueno,
Templarios, nazis y otros objetos sagrados (Luciérnaga). El evento
se celebró en la librería Beta de la calle Sierpes sevillana con la presencia
de un numeroso público asistente que disfrutó de la charla ofrecida por
Lorenzo, bien acompañado por la editora y escritora Laura Falcó y por el siempre genial
maestro de ceremonias José Antonio Colinet.
Lorenzo habló de algunos de los
temas que ha desarrollado en el libro; unos muy conocidos y otros no tanto: el
Simihuinqui o Bastón de Mando, el Arca de la Alianza, la Lanza de Longinos, La
Piedra del Destino… La intención del bueno de Lorenzo era acompañar la charla
con imágenes de los lugares en cuestión tomadas durante sus viajes, ya que para
él es muy importante captar las sensaciones que se producen in situ, pero algunos problemas técnicos
obligaron a cambiar los planes. Sin dudarlo, el jiennense o jienense se marcó
una espléndida conferencia que hizo olvidar a los presentes el contratiempo técnico.
Tras la presentación llegó el
turno de la firma de libros. Aunque se lo comenté personalmente durante la
cena, quiero agradecer de nuevo a Lorenzo su dedicatoria, en la que hace
referencia a este blog. Estuvimos recordando la inesperada noche de
investigación que vivimos el año pasado (escribí sobre ello
aquí) y nos
preparamos para lo que vendría después…
Los compañeros de Voces del Misterio, junto con Lorenzo y
Laura, teníamos preparada una visita a uno de esos lugares en los que pasan
cosas raras. Después de cenar en un centro comercial de Sevilla Este nos
dirigimos a Carmona; nuestro objetivo era un monasterio abandonado conocido con
el sugerente nombre de Monasterio del
Diablo.
La madrugada se nos echó encima.
La vista resultó espectacular a nuestra llegada; el monasterio (o lo que queda
de él) nos recibió bajo un manto de estrellas y en completo silencio. Una
maravilla que mi amigo Lorenzo Cabezas ha sabido reflejar en unas espléndidas
fotografías, tanto de la presentación como de la investigación posterior
(podéis verlas
aquí).
Cuenta la leyenda que una mañana de noviembre del año 1680, un fraile
del monasterio se despertó al escuchar un extraño ruido. Al no ver a los demás
frailes en sus celdas, pensó que ya se habían levantado y habían ido a orar. Al
no encontrarlos, se dirigió al lugar de donde provenía dicho ruido y descubrió
que el sonido venía de un sótano que los frailes tenían bajo la cocina para
guardar los embutidos.
Al bajar vio con horror que los frailes estaban colgados de los ganchos
de los jamones y unas alimañas los estaban devorando. Al verlo, las criaturas
se unieron y formaron una mucho mayor. Aquella criatura le dijo “te dejaré
vivir para que proclames mi venida al mundo", una llamarada inundó el
sótano y el fraile salió corriendo mientras oía cómo le gritaban "ve y di
que Satán está aquí". Al llegar al pueblo la gente no le creyó y lo
arrestaron, pero al ir a enterrar a los frailes apareció el demonio entre dos
columnas de fuego y todos salieron corriendo.
Al día siguiente, armados con cruces y biblias, los hombres del pueblo
fueron regresaron al lugar. El diablo estaba en la torre, observando cómo los
hombres derribaban las puertas y subían al campanario.
Muchos desaparecieron, pero la mayoría fueron lanzados desde lo alto
del campanario. Satán gritó "perezca todo y todos" y un terremoto
destruyó el convento y a la gran mayoría de los que estaban allí.
Los supervivientes echaron sal en aquel lugar “maldito” y la ciudad
debió purgar sus pecados con dos años de misas.
He extraído este texto de la
web del Grupo G.P.S., lugar de encuentro imprescindible para cualquier aficionado a
estos temas.
Esa es a grandes rasgos la
leyenda del Monasterio del Diablo. Ni
que decir tiene que contiene elementos que hacen muy improbable su veracidad.
Ni siquiera la matanza de los monjes parece corresponderse con la historia real
del lugar, pero sí resulta más plausible que en sus muros exteriores se
llevaran a cabo ejecuciones durante la Guerra Civil. Marcas de bala en la
piedra así parecen indicarlo.
Equipados con linternas, cámaras
de fotos, grabadoras, sensores de movimiento, de calor y de cambios de
temperatura, Spirit Box, Rem Pod y otra serie de instrumentos de
los que se suelen utilizar en ese tipo de investigaciones, recorrimos cada
rincón del monasterio. Las fotografías de Lorenzo Cabezas que acompañan a este
reportaje muestran los lugares más significativos del monasterio o, repito, de
lo que queda de él: la entrada, con las escaleras semiderruidas que llevan a la
planta alta; el pasillo principal, las naves laterales, la conocida como la
habitación del prior… y la fresquera.
Hago un inciso en este último
punto, un sótano donde almacenaban embutidos y otros alimentos. El lugar donde,
según la leyenda, aparecieron colgados los monjes. Aún quedan en las paredes
parte de los ganchos; no sé si allí ocurrió algo trágico o no; lo cierto es que
al entrar me invadió una sensación de inquietud que no desapareció hasta que
salí. Tal vez sea debido a los rituales que se siguen haciendo allí, sacrificio
de animales incluido, algo que sin duda aporta una carga energética importante al
lugar.
La Spirit Box no nos proporcionó resultados demasiado llamativos, pero
sí pudimos escuchar en varias ocasiones una voz ronca e inquietante que parecía
invitarnos a abandonar el monasterio, sobre todo a Laura. El por qué quedará,
una vez más, en el saco roto de las preguntas sin respuesta.
En varias ocasiones me alejé del
grupo para pasear a solas. Aproveché para sacar mi grabadora y registrar el silencio
que se respira en aquel extraño lugar. La sensación de estar siendo observado
no me abandonó en ningún momento, pese a encontrarme completamente solo. Cosas
de la sugestión tal vez… O no.
Dicen que en la parte alta del
monasterio, de difícil acceso debido al estado de abandono que sufre, suele
verse la sombra de un monje en los huecos que antaño fueron las ventanas. En
ocasiones, incluso, se ha observado el paso de toda una comitiva a modo de santa compaña carmonense. En esta
ocasión no se dejaron ver, aunque un par de veces algo pareció moverse por
aquella zona. Una nueva pregunta sin respuesta.
Después de recorrer las estancias
principales del monasterio y alrededores, nos fuimos de allí bien entrada ya la madrugada, con la sensación
de que algo se esconde entre aquellos muros. Un lugar especial
que nos proporcionó un excelente colofón a una intensa jornada.
Hay días en los que uno sabe que algo va a pasar. Así comencé el
artículo en el que narré lo que ocurrió aquella noche de julio del año pasado.
El jueves volvió a ocurrir: nuevo libro de Lorenzo, conversaciones interesantes,
investigación y lo mejor en estos casos, buena compañía.