Hace un par de semanas llovía mucho en el pueblo. La noche era desapacible y la única iluminación de la calle procedía de un par de farolas y de la ventana del piso bajo del número 12.
Un sonido apagado, leve al principio pero creciente en intensidad, se mezcló de repente con la lluvia que caía. Un lamento, un llanto desconsolado. Un pequeño gato, empapado y temblando de frío y miedo, maullaba bajo aquella ventana pidiendo ayuda y refugio.
Al abrir la puerta entró sin dudarlo. Estaba asustado y hambriento, pero en ningún momento se mostró agresivo ni desconfiado. Por supuesto, pasó esa primera noche en la casa. Comió y durmió. Enseguida se fue reponiendo y mostrando un carácter alegre, juguetón y muy, muy cariñoso.
Poco supimos sobre su origen. Buscamos a su posible dueño, pero no pertenecía a ningún vecino. Nadie de los alrededores lo reclamó y llegamos a la conclusión de que se trataría de un gato nacido en la calle o en alguna camada de las fincas de campo de los alrededores. Simplemente apareció allí, perdido, hambriento y asustado bajo la lluvia. Su origen quedará cubierto por un halo de misterio para siempre.
Llegó el momento de decidir qué hacer con él. Las opciones eran contactar con alguna asociación para que le buscaran un hogar adoptivo o adoptarlo nosotros. Y qué queréis que os diga...Tiene entre tres y cuatro meses y ni siquiera sabe maullar aún. Es un cruce de una especie indeterminada con gato de angora. Tiene un carácter muy bueno, tranquilo (con sus momentos de hiperactividad, sobre todo por las mañanas. Al fin y al cabo es muy pequeño todavía), juguetón, inteligente, dócil (hasta a la veterinaria le sorprendió cómo se deja lavar, cepillar, limpiar los oídos y demás) y muy cariñoso. En muchos momentos me recuerda a esos pájaros inseparables; camina a mi lado, me persigue allá donde voy, se cruza entre mis piernas, pide atención continua, caricias, se duerme en el sofá a mi lado… Le hemos colocado una malla en la terraza y le gusta pasar mucho tiempo mirando a la calle, aunque el pobre ya se ha llevado algún que otro susto con pitidos, ladridos y petardos. Su comportamiento no puede ser mejor, la verdad. Se ha adaptado a las mil maravillas a su nuevo hogar y hace mucha compañía.
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